Encontró en el trekking y el mountainbike una nueva vida y gracias a eso su batalla contra un ACV grave se hizo más liviana.
Por Romina Scatolón
Hoy les queremos presentar a otra mujer fuerte que encontró en la montaña una nueva razón para vivir. Ella es Marcia Palma Romero, quien nos acompañó en el primer trekking de altura al Refugio Plantat (Chile). Es Ingeniera, tiene 49 años y dos hijos (20 y 25). Toda su vida la dedicó al trabajo, a su rol materno y a sus obligaciones «normales» pero todo eso cambió hace casi una década atrás.
A los 40 descubrió la montaña, «algo hizo click y parece que por escapar de la vida rutinaria, encontré el deporte». Comenzó con trekkings en grupos de amigos, uno de sus hijos la acompañó y le transmitió su amor por la naturaleza, tanto que hoy, él estudia Turismo. Luego se subió a la bicicleta y también comenzó a trotar.
Sus días se llenaron de nuevos desafíos deportivos y recorrió miles de kilómetros porque algo mágico sucedía en su interior, «me sentía libre, cuando estás en la montaña los límites de tu cuerpo como que no existe, no hay límite físico». Marcia descubrió que al estar en contacto con la naturaleza, entraba en un estado de contemplación, «que no lograba en ninguna de las otras actividades de mi vida».
Y así es que se entregó al 100% y realizó dos veces el cruce de Chile a Argentina, las Torres del Paine, la Carretera Austral, «yo soy como muy intensa, ya es parte de mi personalidad, empecé con un par de cuadras y ya luego hice de todo. Cuando estoy caminando en la montaña siento que soy como una antena, que a través de mi cuerpo uno el cielo con la tierra, como los árboles que bajan el cielo a la tierra».
Pero sus salidas habituales se vieron frenadas de golpe por un ACV grave. Con 45 años, Marcia volvió a nacer, como ella misma nos cuenta: «En 2017 se me frenó todo, en el fondo me morí. Tuve un derrame cerebral grave, estuve en coma, me operaron del cerebro y de ahí pasé tres largos años en recuperación y hasta el día de hoy sigo recuperándome porque en el fondo se murió una parte del cerebro. Tuve que aprender a hacer todo de nuevo, a caminar, a vestirme, a bañarme… la hemorragia cerebral del lado derecho me produjo una parálisis completa».
Cuando estoy caminando en la montaña siento que soy como una antena, que a través de mi cuerpo uno el cielo con la tierra, como los árboles que bajan el cielo a la tierra…
Y durante ese tiempo en el que no pudo hacer nada, ella se dio cuenta que la montaña y sus actividades en la montaña eran su forma de meditar, «de conectarme conmigo misma y con los otros, era un lugar de alegría, yo conversaba con los pajaritos, sacaba fotos, miraba con otros ojos todo».
Esta mujer fuerte como un roble, empoderada y perseverante reconoció que el proceso más difícil durante estos años ha sido aceptarse a sí misma con una discapacidad, «durante dos años tuve negación absoluta, al salir de la clínica lo primero que quería era hacer todo yo sola y volver a la montaña, yo no reconocía que me había pasado algo grave».
«¿Qué va a ser de mi vida ahora? ¿Con qué voy a llenar mi vida ahora?» fueron las preguntas que Marcia se hizo así misma y que la llevaron a su interior para tener una charla profunda y desde allí «volví a hacer todo pero mi forma cambió, empecé a tomarme todo de manera más contemplativa, ya no tengo la obsesión de llegar a la meta, lo importante ahora es el camino, el proceso para llegar a esa meta».
La experiencia de Marcia con Mujeres a la Cumbre significó su vuelta a las caminatas en altura y a las salidas extensas. Su amiga Pía la invitó para hacer el trekking de altura al Refugio Plantat y después de dudarlo durante pocos segundos dijo que sí. Llegó al punto de encuentro sin conocer a nadie y al momento de bajarse del carro se sintió «libre, una más del grupo».
«En un momento el sendero era angosto y me preocupaba dónde poner la patita, mi único pensamiento era ‘un pie delante del otro’, iba en concentración absoluta, entré en un estado de meditación». Y al momento de volver tuvo puras ganas de llorar, de la emoción, porque había llegado, porque «después de tres años había logrado algo que no era fácil, que me había ido bien sin caerme, logré la meta en mi tiempo personal».
«volví a hacer todo pero mi forma cambió, empecé a tomarme todo de manera más contemplativa, ya no tengo la obsesión de llegar a la meta, lo importante ahora es el camino, el proceso para llegar a esa meta».
«En la perseverancia está la cuestión y la perseverancia no está en tu cuerpo, está en la motivación, en tu cabeza. Hay que darle para adelante no importa si es lento, para adelante y de un paso a la vez».
La montaña y la actividad física tuvieron todo que ver en la recuperación de Marcia. Después de estar en coma durante dos semanas, los médicos le dijeron «tienes que pararte» y ella revela que si no hubiera tenido la preparación física que tenía no hubiese podido aprender a caminar de nuevo.
«Los músculos tienen memoria, mi recuperación fue porque tenía una historia deportiva. Y luego entendí que la discapacidad solo existe en tu mente, no en tu cuerpo. La discapacidad es un límite que uno se pone corporalmente pero tu meditación es infinita y no pasa por los límites de tu cuerpo».
Y como mensaje final de esta gran mujer, les dejamos sus propias palabras: «Yo creo que vine a este mundo, en mi nueva segunda vuelta, cuando volví a la vida, para que alguna otra persona se motive, que si yo pude otro también. Somos afortunadas, nos tenemos que empoderar, nuestro cuerpo está preparado para un montón de esfuerzos».
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